Octavio Santa Cruz Urquieta (Lima, 1943) acaba de publicar el libro Mi tío Nicomedes (Ediciones Noche de Sol, 2015), reunión de textos sobre su vida con la familia Santa Cruz Gamarra. Octavio es el mayor de los nietos de Nicomedes Santa Cruz Aparicio y Victoria Gamarra Ramírez, padres de los conocidos Nicomedes y Victoria Santa Cruz Gamarra. Él vivió junto con ellos en la casa familiar de los Santa Cruz, en el jirón Pastaza, en Breña. En este libro nos cuenta muchas experiencias tanto de ellos como de los otros hermanos de esta extensa y notable familia.
(Como buena familia numerosa, la reiteración de ciertos nombres [Nicomedes, Victoria, Rafael, Octavio] puede generar confusión, por lo que entre corchetes hacemos algunas aclaraciones que podrían servir al lector no especializado).
- Tu experiencia con los Santa Cruz Gamarra es privilegiada.
- Sí, pues, y además impensada, o sea, inicialmente vivida como cualquier persona vive su existencia, y de pronto, en un momento dado, me doy cuenta de que esas cosas que he vivido y que he seguido viviendo durante años tenían algunos matices singulares. Darme cuenta de cosas, por ejemplo, un poco llamativas, como que aquel Nicomedes Santa Cruz que mucha gente visualiza, ubica a partir de sus más conocidos versos, como “Meme meme, qué tiene mi cocotín”, versos llamativos, anecdóticos, tenían su contraparte en mi experiencia personal al haber sido yo un niño, no te diré engreído, mimado, pero sí el único niño en la casa donde ya todos eran jóvenes. Cuando llego a la casa de los Santa Cruz llego a la casa de mis tíos: mi abuela y mis tíos. Mi padre [Fernando Santa Cruz Gamarra] era uno de los hermanos mayores, y entonces, aunque la gente de antes era sumamente reservada, seria, pues tener un niño nuevo en la casa siempre es algo encantador; prácticamente he tenido dos, tres mamás que me engreían, a su modo, un poco serio, un poco conspicuo. Por ejemplo, Consuelo, que tenía la habilidad de tejer, me tejía lindas chompitas. Victoria, una muy buena costurera, cuando yo tenía que salir a la calle me sacaba “de veinte alfileres”, con un ternito hecho por ella. Son cosas que uno hace por el niño que mima, no es cosa de estar jugando o haciéndole coqueterías al niño, pero sí dedicarle su atención.
- Tú eras además el nieto mayor, una especie de hermano menor de los Santa Cruz Gamarra.
- Sí, y el nieto que estaba en la casa, porque yo he llegado de cuatro años, y mi prima Victoria [Santa Cruz Huarcaya, hija de Octavio Santa Cruz Gamarra], que me seguía por unos meses, era la segunda nieta, pero ella no estaba siempre, ella venía con su padre, mi tío Octavio, la traía de visita, en cambio yo estaba en la casa al lado de las tías.
- ¿Qué recuerdos tienes de tus abuelos?
- Victoria Gamarra era mi abuela. Recuerdo ahora, buscando entre las cosas que pueden contarse como una curiosidad o algo poco usual, pienso que lo que a veces entonaba deben haber sido quizás o tristes o cumananas, no tengo el recuerdo exacto, pero eran melodías un poco andinas; yo lo reconocía como música del norte, cuando tuve uso de razón, pero deben haber sido o tristes o cumananas. Eso corresponde a una Lima donde confluyen diferentes tipos de migrantes, porque migraciones siempre ha habido, aunque hay una afluencia ya significativa en los años cuarenta, cincuenta; pero se ve en los libros de los viajeros que hay varios grupos entre el sector popular en el que se mezclan zambos, cholos, o sea que mi abuela —que era mestiza, no negra pura— ha tenido un lado norteño. Eso es una cosa curiosa, por ejemplo, porque de alguna manera marcaría a Nicomedes cuando era más joven, haber escuchado esas canciones y esos versos; escuchar que se canten poesías, o que las canciones que se cantan tienen letras que se puedan entender. No quiero decir con esto que mi abuela estuviera todo el tiempo cantando, pero una vez que ocurre una cosa uno la recuerda.
- ¿Y tu abuelo?
- Mi abuelo lo recuerdo justamente como alguien que está muy atento a uno, que pone su atención. Supongo que tenía cosas por hacer, era la intuición que me daba, que tenía cosas por hacer aún, no sabía yo a qué se dedicaba, era ya una persona bastante mayor, pero en su manera de mirar, en su manera de hablar había una pregunta, esa era la impresión que me daba. Conmigo hablaba mucho en inglés, bastante, pero no siempre, aunque ya en los primeros años me enseñaron. Cuando estaban reunidos Victoria y su padre ellos hablaban en ese idioma, y como yo estaba a lado, empecé a entender un poco, y poco a poco ya me hice del grupo y éramos un trío: empecé a entender y a hablar con mi abuelo en inglés, lo cual era un motivo de preferencia, porque curiosamente, don Nico no había tenido ese trato con sus hijos, la única que tuvo esa dedicación por aprender seriamente el idioma fue Victoria. Con los mayores no había ocurrido eso, no sé por qué.
- Normalmente, se habla de Victoria, de Nicomedes, incluso de Rafael (el menor), pero son diez hermanos. ¿Qué recuerdos tienes de los otros hermanos? Ya no todos vivían en la casa grande de Breña.
- En la casa estábamos el tío César, Consuelo, Victoria, Nicomedes, eventualmente Rafael [Santa Cruz Gamarra, padre de Rafael Santa Cruz Castillo, el músico y actor fallecido el año pasado] llega de viaje, de haber estado en Europa, en España. Cuando lo vi llegar en una ocasión (a los diez, once años), recuerdo que lo había conocido de antes, más chico. Él había vivido un tiempo en la casa, pero ya no lo tenía tan presente. Mi padre también aparece cuando yo estaba un poco más grande, porque mi padre había estado en un viaje más particular como dirigente aprista, había estado fuera de la vida diaria buen tiempo.
- Tu padre es Fernando, el tercero.
- Sí. Mi padre le dedicó toda su vida a la dirigencia política. Quien llegaba a la casa con mucha frecuencia —llegaba a almorzar porque vivía relativamente cerca— era Jorge. Jorge es de los hermanos del medio. Pedro [el segundo] me quería mucho, me hacía mucho cariño, era el que vivía más lejos, en el Rímac, en la avenida Próceres, tenía un taller de fundición, alguna vez fui a ese taller, un taller floreciente, era un buen fundidor. Pedro cayó enfermo, murió tempranamente. Recuerdo que me han contado que él era el criollo de la casa en sus primeros años, era pinglista, y antes que Nicomedes y todos los demás él tenía amigos criollos, celebraba su santo, le gustaba, y según me dicen, él tocaba la mandolina.
- Por cierto, no era una familia jaranista.
- No, para nada. Era gente muy dedicada a su propio trabajo, a su propia profesión, no era que estuvieran buscando la fiesta: si se daba la ocasión, había un momento de esparcimiento, pero era muy de tarde en tarde. Yo no recuerdo haber visto ni grandes comilonas, ni grandes fiestas con brindis interminables, nada de eso. En realidad, no eran de mayores excesos. Nicomedes, cuando estoy más o menos en mis quince años y empieza a tener una vida pública, tiene primero su departamento aparte; ha estado en varios lugares (un tiempo estuvo en la calle Soledad, por la avenida Arequipa, otra vez estuvo por la avenida Grau), y su departamento de soltero era un lugar donde muchos amigos llegaban en cualquier momento y él estaba dispuesto siempre a recibir a todo tipo de amigos: bohemios, poetas, músicos, artistas, pintores, siempre eran bienvenidos en su casa, y siempre estaba en algún proyecto, entonces el amigo que llegaba una día encajaba y se ponían a proyectar alguna cosa interesante.
- Mencionaste la actividad política de tu papá. ¿Recuerdas en casa conversaciones políticas, inquietudes políticas? Se sabe de las convicciones de Nicomedes, pero no tanto las de Victoria ni de los otros hermanos. ¿Había una conciencia política común, una afinidad con ciertas ideas?
- No escuché hablar ni de política ni de deporte. Sin embargo, alguna vez se filtró que en algunos años mozos su preferencia había sido el Alianza Lima, por lo menos Nicomedes. [En una entrevista realizada en 2004, Victoria afirmó: “Papá era fanático del Alianza Lima”]. Y de política, no tocaban el tema. Pero sí sé que han estado cerca del nacimiento del Partido Aprista; el que quedó militando fue mi padre, pero en algún momento todos estuvieron cerca, pero por alguna razón no tuvieron vida militante. Mi padre sí fue militante toda su vida, fue secretario de Organización. Conocí alguna vez a Armando [Villanueva del Campo], a Ramiro [Prialé].
- ¿Recuerdas a tu abuelo contando anécdotas de su experiencia en Estados Unidos?
- Alguna vez me enseñaba canciones en inglés, me explicaba lo que significaban, veíamos juntos las revistas, me explicaba lo que había en algún artículo. Eran revistas con unas excelentes ilustraciones, creo que era el Saturday Evening Post, y habían ilustraciones tanto serias, casi pictóricas, como también algunas tiritas cómicas, ahí veía cosas como la pequeña Lulú y mi abuelo me contaba lo que decía. Yo todavía no leía, menos en inglés.
- Acostumbraba a leer el periódico. Hay una foto en la que aparece contigo leyendo el periódico.
- Sí, sí. Un periódico grande, de papel satinado, el Evening Post.
- ¿Y habían momentos de comunión, de compartir de toda la familia (los almuerzos, por ejemplo), era común eso o cada uno estaba en su propio trabajo?
- Siempre se almorzaba juntos. No era una casa donde uno llega, almuerza y se va, o almuerza cada uno por su cuenta, sino que siempre almorzábamos juntos, se conversaba un poco, habían a veces momentos de sobremesa, o en las tardes, a la hora del lonche, se reunían a veces Victoria, Consuelo, Nicomedes llegaba del trabajo…
- Victoria me contó más de una vez que cocinaba muy bien.
- Pero ahí era la predilección: mientras Victoria cocinaba muy de vez en cuando, y cada vez que lo hacía le gustaba hacerlo muy bien, para alguna reunión, para alguien que venía de visita, en fin. En cambio, Consuelo cocinaba de diario, ¿por qué?, porque Victoria trabajaba, hacía costura, dedicaba su día a coser; en cambio, Consuelo no estaba trabajando, por lo que se dedicaba a las cosas de la casa, y sabía cocinar muy bien, al estilo de la mamama. Te estoy hablando de mis cinco, seis, siete años, estamos hablando de los años cuarenta. En ese tiempo ya Rosalina [la mayor] era mencionada como buena cocinera porque ella trabajaba en eso, primero tuvo un restaurante y después trabajaba en algún gran hotel. Y ya tiempo después, más o menos en el año 58, Rosalina viajó.
- ¿En qué momento la casa empieza a despoblarse?
- Cuando fallece la mamama, poco después Victoria viaja a Francia [en noviembre de 1962], Nicomedes vive por su cuenta, Jorge también se compromete y tiene su familia, ya Octavio viene muy de tarde en tarde. Cuando estaba la mamá, era la que aglutinaba las visitas. Entonces nos quedamos en la casa Victoria, César y Consuelo, y yo. Cuando Victoria se va a Francia, solamente quedamos Consuelo y César, y yo.
- Es inmediato ese cambio, entre la familia completa y los tres que quedan a inicios de los sesenta.
- Así es.
- Consuelo viaja a Francia también, poco después.
- Sí, viaja a Francia dos o tres años, y nos quedamos César y yo. Y la vida de César era muy atareada, tenía muchas cosas que hacer: trabajaba en el día dando clases en un colegio, todavía estaba estudiando cosas en el Conservatorio, yo trabajaba en el día también, y en la noche me iba a algunas cosas, a ensayos, ya empezaba a trabajar en diseño, a veces iba a grupos teatrales, frecuenté muchos grupos teatrales en ese tiempo.
- No ha habido hasta esta publicación nada parecido a unas memorias en torno a la familia Santa Cruz. Este libro está compuesto por fragmentos, son distintos artículos de memorias que has reunido.
- Sí, porque algunos estaban ya publicados, por ejemplo “Mi tío Nicomedes”, que fue lo primero que hice, luego del fallecimiento de Nicomedes. A raíz de ese artículo sentí el peso, ya no está acá, fallece lejos [Nicomedes radica definitivamente en España a partir de 1980, donde fallece en 1992], y me pregunto cuánta gente de la que en ese momento había en Lima se acuerda de él después de estar más de diez años afuera, entonces me provocó escribir algo. Después me fui dando cuenta que cuando alguien escribe algo da la impresión de que esto fuera el comportamiento permanente de alguien: uno dice “Fulano de Tal hizo una broma”, y quien lo lee cree que esa persona paraba de bromas todo el día, y no, en realidad son chispazos que se recogen. Esa es la idea que tengo en este libro: recoger algunos chispazos de momentos poco conocidos, poco usuales en el carácter de gente que por lo general se comportaba totalmente distinto. Consuelo, en algún momento, tenía algún gesto muy humorístico, pero por lo general era una persona bastante seria, y en realidad por eso mismo alguien con quien se podía hablar con seriedad de algo, o se puede comentar algo y tener una opinión adecuada. Todas esas cosas eran interesantes porque en los primeros momentos de la vida pública de Nicomedes o de Victoria, ellos conversaban, dialogaban, intercambiaban ideas, y sometían al juicio de los demás todo proyecto, eran gente seria en ese sentido, que daba una opinión cuando era necesario. Poco a poco eso después empezó a… cada uno empezó a ser solvente en lo suyo, ya no había ni tiempo ni urgencia de compartir, ya no era “¿Qué te parece…?” sino “¿Qué te pareció?”.
- ¿Has pensado en escribir unas memorias orgánicas de la familia, en escribir pensando en un conjunto?
Más que eso, hay una obra de teatro que está en preparación. Se presentó una escena el 28 de enero en el ICPNA de Miraflores. Quiero dedicarme a terminar el resto de escenas, y es justamente sobre la vida de los Santa Cruz.